indiferencia


El viejo Franz Kafka, en algún lugar de “El Castillo”, escribe acerca de una mujer que regresa a las ruinas de su casa. Una y otra vez vuelve en inciertos accidentes del día o de la noche.

Ella vuelve una y otra vez a esas ruinas con la misma indiferencia y desencanto que caracterizaron sus últimos años de convivencia con las cosas y con las ánimas que aún habitan en la casa.

Cada vez que regresa repite sus mismos gestos. Con indiferencia y desencanto limpia, lava y recoge para llevarse alguna que otra reliquia.

Y vuelve a partir con la misma indiferencia y desencanto.

Dicen que las cosas y las ánimas de esas ruinas aún conservan por esa mujer el amor y el afecto que los uniera tiempo atrás.

Pero con cada nueva llegada de la mujer, las cosas y las ánimas también comienzan a verla con indiferencia y desencanto.

Dicen que la indiferencia es una grieta que se abre al olvido.

Y es triste, cuenta el viejo Kafka en algún lugar de su castillo, es profundamente triste intuir que ciertas historias de amor puedan llegar a perderse para siempre.

Perderse para siempre, incluso, entre las hojas del libro que alguna vez hemos escrito.


CASAdeÁNIMAS | Sergio Francisci






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