antilogía de fabulaciones

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MIRIAM CAIRO
CASI RECTA EN UN SUSURRO.
La palabra que pensé no existe. La tuve conmigo un rato y después la dejé ir. Con una palabra así entre los labios quién no se enciende. Mi imaginación es insolente. Pone nerviosas a las culonas que más me quieren. La palabra que pensé, la que no existe, no alcanzaba su significado sino varios minutos después de haber sido pronunciada. Era una palabra como un triangulito. Adentro de su orificio rodeado de vellosidad había un corazón lleno de cosas. A mi palabra la dejé ir porque el género de lo nunca habido emigra, no resiste el significado permanente
Culonas, 2006



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Urbana

Aquella mujer que perdió las piernas en su último intento de fuga no puede quedarse quieta. Extrae de sí misma un alimento letalmente exquisito y no se preocupa, porque no es azul. No hay que temerle a nada que no sea azul.

Tampoco resulta claro determinar si accede a un cuándo o un dónde en sentido literal, porque lo relevante es la calidez del movimiento que la acompaña.

Esa mujer que cruza por la senda peatonal con pasos concebidos en novelas de capa y espada no entiende al resto de extremidades demasiado lejanas del misterio, demasiado acorraladas en una fuerza de gravedad que las sepulta. Ella no usa sus piernas como meras pisadoras de suelo, porque les ha enseñado a andar por las intemperies aunque le teman a las alturas.

Sus piernas perdidas y recuperadas, entran y salen del mundo con una emotiva mutación que la involucra. Así, proclives a los amores fatales y el rescoldo, proclives al recorrido en espiral y al espejismo, regresan al color del que nunca han salido, como un derrame de aire que se respira para algo más que estar vivo.

Esas piernas como proas de navío, se siguen y se persiguen. Van en busca de un territorio no conquistado, sin otras alas que el intento de hacer de la mujer, el vuelo.



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COMPAÑÍAdeÁNIMAS
FENÓMENOS CULTURALES
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