Silvina Vital | Profecía III


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SILVINA VITAL
Profecía III | Del Libro de los Cantores Mudos

 
 
La vibración de las cuerdas es un lugar seguro. Los cantores se juegan su suerte cuando calientan garganta y pronuncian palabra; el silencio, en cambio, se juega mucho más a pedir de sus cantores…
 
Camina el cantor a paso lento buscando el centro de la escena y siente el piso maldecido. Uno a uno sus pasos lentos. ¿Cantor? ¿Qué canta? Las luces lo enceguecen y no alcanza a ver espectadores. La voz interior le sigue sonando –Tranquilo, nadie te mira. Se detiene en un sitio que parece el medio marcado con una cruz blanca. No ve las gentes. Hay luces, nada más, a derecha e izquierda, y una luz potente adelante. Las luces lo iluminan y lo envuelven en un sudor translúcido y frío. Se afirma con sus pies a las tablas y se aferra a la nada con sus alas de ángel enfermo. Se le humedecen las manos y el habla. ¿Y si no recuerdo la letra? Le transpiran los párpados, por fuera y por dentro. Escucha los sonidos de las cuerdas que comienzan su oscilación melodiosa, preludio del canto, y le tiemblan las piernas.
 
Los acordes del piano blanco a su espalda se entorpecen en su oído y se enmarañan en su cabeza. Sus cuerdas de tripa y sangre gritan por cordura. Su aliento a hiel baja por la tráquea y le recorre el cuerpo, de uno en uno los sentidos y el alma. Repasa en un instante la primera palabra de su oda, la apertura de su lírica, y la repite estruendosamente entre sus sienes para no olvidarla, y comienza a vibrarla desde adentro, hasta hacerla sonora en sus entrañas. La respira, la palpita, la seduce y la hace propia; ni las luces ni el sudor lo evaden ahora del hipnotismo de su palabra. Cierra los ojos y se deja llevar por los sonidos que fluyen. Abre la boca el cantor mudo y gesticula enérgicamente su más esmerado silencio, entonando la nada para su público oyente.
 
Y así, de este modo, se cumple la tercera profecía del Libro de los Cantores Mudos:
“Cuando las cuerdas se tensen, el cantor mudo entonará con vigor la lírica del silencio y será traducido acaso por los pocos que se atrevan leer el condenado espejismo de sus palabras no enunciadas…”














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